LUCÍA Y EL SAXO - Capítulo 3

Si Lucía toca el saxo hoy en día es por una anécdota que le sucedió cuando ella era muy pequeña. Y es que ella creía con toda su inocencia que todo el mundo tenía un saxo en casa. Lo único que no pudo entender entonces era lo del saxo masculino y saxo femenino. Cuando Lucía se hizo más mayor no paraba de reírse por la equivocación que había tenido durante tanto tiempo. Y aún así decidió aprender a tocar ese instrumento. Pero en algunas ocasiones el subconsciente le jugaba alguna mala pasada. Una vez en el colegio, el maestro le preguntó a Lucía qué era lo que había hecho en el último verano. Y Lucía respondió casi sin pensar: “Practicar el sexo todos los días y a todas horas... digo el saxo. ¡Uy, que vergüenza!” Y se puso más colorada que un tomate. Los compañeros no paraban de reírse. En otra ocasión hablando con Encarni, que era un amiga suya que tocaba la flauta, le comentó que iba a cambiar de sexo. Encarni se quedó de piedra. Pero cuando le dijo que iba a empezar a estudiar con el sexo tenor, su amiga ya no pudo contenerse y empezó a reírse con tanta fuerza que Lucía estaba un poco asustada. Cuando Lucía se dio cuenta de lo que había dicho ella misma, también empezó a reírse por la equivocación que había tenido. Y es que para Lucía todos los días eran así. Lo mismo disfrutaba un Lunes que un Sábado o un Domingo. Todos los días tenía tiempo para estudiar y para divertirse un poco. Le gustaba mucho caminar por su ciudad. Nunca sabía lo que podía encontrarse en ella. Mientras giraba por cualquiera de sus calles, lo mismo podía encontrar un concierto de una orquesta como alguna representación teatral. Gentes que llegaban de todos los lugares y que le gustaban animar la vida de los pueblos y ciudades de una manera mucho más original, aunque fuera en una de las plazas más escondidas. Incluso en los mercados callejeros se podía encontrar todos los días actuaciones de todo tipo: conciertos de grupos de cámara, obras de teatro griego y medieval, recitales de poesía, mimos, trucos de magia, encantadores de serpientes... Incluso ella misma se animó a tocar con unos amigos que conocía por el Conservatorio... A veces pensaba por qué el día no podía tener 1000 horas. Como en alguna ocasión había leído que antiguamente en el planeta Tierra los días duraban 9 horas, ella confiaba en que algún día la tierra se hiciera más grande y que girara todavía más lenta para que en vez de tener 24 tuviera por lo menos 48 horas.