LUCÍA Y EL SAXO - Capítulo 4

Lucía estaba enamorada de Joaquín... de Joaquín Rodrigo, queremos decir. No paraba de escuchar una y otra vez el Concierto de Aranjuez. Se lo sabía de memoria. Hasta era capaz de tocarlo de arriba a abajo, y al revés, de abajo a arriba (aunque de esta manera no lo solía tocar mucho porque sonaba un poco raro, decía ella). Incluso llegó a pensar que cuando se hiciera mayor también se lo iba a estudiar para poder tocarlo en inglés, en francés, en alemán, y también en chino. Y es que lo que le pasaba a Lucía por la cabeza era difícil de imaginar. Cuando era pequeña, tenía la costumbre de mirar al cielo por las noches porque creía que si miraba muy atentamente podía ver como las estrellas se agrupaban para formar canciones (luego descubriría que lo único que formaban en realidad eran constelaciones): “Mira, allí hay una redonda, y allí una blanca, y una negra, y una corchea...” - Le decía a Encarni - “¿Y no ves por casualidad alguna garrapatea o una semigarrapatea?” - Le preguntaba ella a Lucía - “¿Pero cuantas veces te he dicho que ya no se utilizan esas figuras musicales?” / “Es verdad. Pues entonces... ¿Puedes decirme las notas de la última canción de Melendi?” / “¿Pero si te las dije anoche?” / “Yaa, es que son para la Ana Gema...” Lucía creía ver pentagramas en el cielo. Hasta creía que podía descifrar la Tonalidad de aquellas canciones que se sacaba de su imaginación. Cuando se hizo mayor se dio cuenta de que la Osa Mayor y la Osa menor no tenía nada que ver con lo que ella pensaba. En aquella época comenzó a escuchar la radio y empezó a conocer diferentes tipos de música. Al principio le era un poco difícil porque no estaba acostumbrada, pero más adelante descubrió que cuanto más escuchaba una obra musical, al final acababa gustándole. Una de esas obras se le resistió por lo menos 8 meses. Cuando la escuchó por primera vez no le gustaba en absoluto. Pero hizo un esfuerzo de voluntad y la escuchó muchas veces durante ese tiempo y al final se convirtió en una de sus piezas favoritas. También descubrió que conocía más obras de lo que ella misma se imaginaba porque muchas obras ya las había escuchado en alguna ocasión, aunque no podía decir como se llamaban. Cuando se enteró de que iban a poner en la radio el Concierto de Aranjuez interpretado por un saxo, se puso como loca. Y no le importó el tener que esperarse hasta las 4 de la madrugada para poder escucharlo y grabarlo tranquilamente.