LUCÍA Y EL SAXO - Capítulo 19

Lucía estuvo el fin de semana pasado en un Curso de Sexo... Perdón, queríamos decir... de Saxo, en Nueva York, donde le sucedieron gran cantidad de anécdotas dignas de contarse en este capítulo. Cuando llegó a casa, estaban esperándola Encarni, que era su cumple, y Lola, que se había echado novio: “¿5.000? Ya empezamos con tus bromicas, Encarni.” / “Pero si te estoy diciendo la verdad...” / ”Lucía, Encarni tiene razón. Es que resulta que hoy es su cumple días y estaba esperando a que llegara la cifra 5.000 para celebrarlo. ¡Y lo del novio ya te lo cuento luego! ¿Vale...?“ / “Venga, ¿Qué era eso tan importante que querías contarnos?” / “Pues veréis. Estábamos empezando la clase de interpretación cuando una chica se acerca a mí diciéndome que si le podía acompañar en un dúo para saxofón alto. Yo le dije que sí. Entonces ella me enseñó la partitura que quería tocar. Yo la conocí al instante porque ya la había tocado muchas veces pero había una cosa que me llamó mucho la atención. Las notas de la parte que tenía que tocar yo, no estaban en la misma tonalidad que la suya y además tenía muchos errores, cosa que no me preocupaba demasiado porque me la sabía de memoria, pero que no concordaba con el alto nivel de preparación que se suponía que tenían los alumnos inscritos en el curso. A mitad de la clase hicimos una pequeña pausa, aproveché para ir al aseo y cuando volví comprobé que la partitura ya no era exactamente la misma. Le había cambiado algunas notas con el máximo cuidado. En ese momento empecé a sospechar que algo extraño estaba sucediendo ya que algunos chicos se estaban riendo sin motivo aparente. De todos modos quise seguir con la farsa para saber como terminaría todo aquello... Cuando fui a coger mi saxofón, ella me lo había escondido y había puesto un jamón en mi estuche. Todo el mundo empezó a reírse. La verdad es que me sentía un poco incómoda pero decidí coger el jamón, me lo puse en la boca como si fuera a pegarle un mordisco y cuando nadie podía aguantar más con las risas, empecé a tocar el CONCIERTO DE ARANJUEZ, con el jamón. No os podéis imaginar las caras de estupefacción que pusieron todos. Después invité a la chica a tocar el dúo. Ella, que pensaba que iba a morder el anzuelo con la partitura equivocada, asintió. Pero enseguida descubrió que quién iba a patinar era ella misma, por lo que salí airosa de aquella situación...” / “¿Y de dónde era esa chica?” / “Pues fíjate que era precisamente de Murcia, concretamente de Molina de Segura.” / “¡Pues vaya con la pícara molinera!” / “¡Estupendo, Encarni! Por fin he conseguido que lo dijeras sin equivocarte...”