LUCÍA Y EL SAXO - Capítulo 1

Lucía es extraordinaria, simpatiquísima, muy responsable y, de vez en cuando, algo traviesa. Le gusta mucho estudiar y saca muy buenas notas. Pero lo que más le gusta es la música y su instrumento favorito es el Saxo. Todos los días, después de hacer los deberes, estudia sus lecciones y ensaya las partituras que tiene que tocar en la orquesta. De pequeña realizaba muchas travesuras. En una ocasión se hizo la dormida en uno de los ensayos, se levantó como sonámbula y comenzó a tocar con los ojos cerrados una de sus maravillosas composiciones a las que nos tiene acostumbrados. Cuando dejó de tocar nos dejó a todos sin respiración. Se hizo un silencio mágico. Y en ese momento hizo como que se despertaba. Y todos aplaudimos a rabiar. Aunque en otra ocasión se durmió de verdad y sólo pudimos despertarla cuando decidimos tocar todos juntos un acorde que nunca se había escuchado jamás en ningún otro lugar. Se asustó tanto entonces que prometió no dormirse nunca más en los ensayos con tal de no escuchar el mismo acorde. En otra ocasión se puso a afinar a una amiga suya que había entrado recientemente a la orquesta. Y su amiga le decía: “Lucía, a este afinador le pasa algo raro, ¿a lo mejor le faltan las pilas?.” Y Lucía, que no paraba de reírse, le decía: “¿Pero cómo le van a faltar las pilas si te estoy afinando con el mando a distancia de mi televisión”? Y en otra ocasión quiso afinar ella sola a toda la orquesta. Y cuando empezamos a tocar, sonaba todo tan desafinado que no podíamos explicarnos lo que ocurría. Luego descubrimos la broma. Había afinado de distinta manera a cada músico cambiando el afinador sucesivamente a 441, 442, 443... Pero la mayor travesura fue aquella noche en la que, aprovechando que el Director había salido un momento, se le ocurrió subirse a la tarima y sugirió a los músicos que pusieran al revés las partituras para saber cómo sonaba de aquella manera. Fue el estropicio tan grande que el Director se enfadó mucho con ella. Más adelante volvió a repetirlo pero en aquella ocasión todas las notas y todos los signos musicales de las partituras se cayeron por los suelos. El Director, todavía más enfadado que la vez anterior, mandó a Lucía que volviera a recogerlos todos y que los pusiera uno a uno en su sitio. Pero el enfado del Director desapareció cuando comprobó que Lucía había colocado mucho mejor todos los signos musicales, las ligaduras, las notas equivocadas, de como estaban colocados en un principio...